Tú que amas los palacios, oh musa de mi vida,
¿tendrás, cuando el Bóreas, sea el dueño de Enero,
mientras cae la nieve en tediosas veladas,
para caldear tus pies violáceos, un tizón?
¿Reanimarás acaso tus espaldas marmóreas
en los nocturnos rayos que filtran los postigos?
¿Socorrerás tu bolsa y tu garganta exangües
con el oro que esplende en la bóveda azul?
Debes, para ganar tu pan de cada noche,
agitar como niño de coro el incensario
y salmodiar Te Deums en los que apenas crees,
reiterando tus gracias, como hambriento payaso
y tu risa velada por lágrimas secretas,
para ver cómo estalla la vulgar carcajada.