Ella me llamó desde lejos,
“nunca podía discutir contigo”,
me dijo,
“siempre te ibas.
mi esposo no es así,
se me pega como plasticola.
y me golpea”.
“nunca creí en las discusiones”,
dije, “no hay nada que discutir”.
“estás equivocado”, dijo ella, “deberías
tratar de comunicarte”.
“comunicar es una palabra abusada, como
amor”, le dije.
“¿pero no crees que dos personas pueden
amar?”, preguntó.
“no si tratan de comunicarse”,
le contesté.
“estás hablando como un necio”,
dijo ella.
“estamos discutiendo”,
dije.
“no”, dijo ella, “estamos tratando de
comunicarnos”.
“me tengo que ir”, dije.
corté y descolgué el teléfono.
me quedé mirándolo.
lo que ellas no entendían era que
a veces no hay nada que salvar
excepto la reivindicación personal del
propio punto de vista
y que eso era lo que iba a causar
ese destello blanco y cegador
uno de estos días.