Nunca quise, de Charles Bukowski | Poema

    Poema en español
    Nunca quise

    Siempre fui un mal mecanógrafo y nunca aprendí a 
    deletrear bien porque nunca quise 
    nunca aprendí debidamente a manejar un automóvil 
    pero me compré uno 
    en un lote de carros usados por sólo 35 dólares; me 
    subí a él 
    con mi borracha compañera y casi destrozo un lado 
    del hospital 
    al dar mi primer vuelta a la izquierda 

    nunca aprendí música porque me disgustaba 
    la maestra con su peluca blanca y su cara polveada 
    me metí de voluntario a ROTC porque no quería 
    ser atleta 
    y me inscribieron en una competencia de cómo manejar 
    las armas 
    y no quise ganar y gané y me dieron una medalla 
    que después tiré por la alcantarilla 

    no aprendí música y ahora escucho 
    más música que las primeras cien personas 
    que mires pasar por la calle 

    desprecié el dinero y mi primera esposa fue millonaria se 
    deshizo de mí y ya no tuve más esposas 

    odié a los poetas y a la poesía y comencé a escribir 
    poesía 
    y un día abrí los ojos y ya estaba en Hamburgo, Alemania 
    traducido a media docena de idiomas y había allí 
    más de mil personas sentadas en sillas y pasillos 
    otros encaramados en las vigas 
    les leí y se lo creyeron todo 

    no quise leer libros pero traté de leer a los grandes poetas 
    y novelistas, hombres que han inspirado a miles de hombres 
    a través de los siglos, pero sus libros se me cayeron de las manos 
    y me quedé dormido 

    fui a museos de arte y miré las pinturas famosas y 
    me aburrí 
    no me preocupa, no me considero un desadaptado, 
    considero desadaptados a ellos 

    me es difícil interesarme en algo o 
    enojarme cuando un policía me detiene 
    por alguna infracción 
    simplemente 
    me hundo en un gran mar de disgusto 
    ¿quiere saber lo que hizo? me pregunta el policía 
    no, le contesto 

    tengo el mismo problema con las mujeres 
    mira, nomás te sientas y no digas nada 
    dicen, ahora bien, algo anda mal si nomás te quedas 
    sentado 
    y no dices nada 
    vacío mi copa y me sirvo otro trago 
    mira, dicen, platiquemos, tratemos de hacerla 
    yo no la quiero hacer contigo, les digo a todas 
    ni siquiera quiero escribir y cuando escribo 
    a veces una palabra extraña se mete y ahí la dejo 
    o cometo un error, por ejemplo: 
    trato de poner la “g” y pongo “h”, y si sucede 
    al inicio de una palabra, pues entonces utilizo una 
    palabra que empiece con “h” 
    no me importa 

    incluso como apostador de caballos, a veces no me 
    importa 
    una vez manejaba de L.A. a México 
    rumbo al hipódromo de agua caliente y a ¾ del camino 
    algo se amarró a la llanta y ahí viré a la derecha 
    por una calle y me estacioné frente a la valla protectora 
    de un precipicio 
    bajé del carro y me senté en la orilla del precipicio 
    el océano estaba a 40 o 60 yardas abajo 
    nunca había estado encantado con el océano pero ahí 
    me senté 
    porque ya no deseaba ir al hipódromo 
    no pensaba en nada, nada más estaba sentado 
    sin sentirme bien o mal 

    poco después me di cuenta de que tres ardillas 
    subían por el precipicio hacia donde yo estaba 
    se acercaban más y más dando saltos de seis pulgadas 
    o más 
    se detuvieron, me miraron, se acercaron mas dando 
    brinquitos 
    llegaron increíblemente cerca, las tres, 
    y sus ojos eran realmente hermosos, nunca había visto 
    ojos tan bellos 
    nunca en una mujer (no hay aquí ninguna mala intención 
    además, los ojos de los hombres nunca me han interesado) 

    luego, todas al mismo tiempo, se alejaron dando saltos 
    por la ladera del precipicio, rápidamente, con pies 
    seguros, 
    sin caer en el océano 
    ahí tomé conciencia de mi como hombre, y lo peor, 
    como escritor, y pensé nunca seré capaz de plasmar 
    esto. 

    Es cierto que compré mi primer auto en $35 y le 
    pregunté al hombre 
    ¿prende el motor? ¿tiene llave? 
    no tenía resortes ni reversa y para hacer funcionar 
    las luces delanteras tenía que golpear el carro contra 
    un bache 
    del camino 

    tenía que estacionarme de bajada para poder encenderlo 
    funcionó dos años sin haberle cambiado el aceite y cuando 
    tronó ahí lo dejé y me fui caminando y 
    la mujer borracha que me acompaño durante el primer paseo 
    cuando lo del hospital, vivió un poco más que el carro, 
    conmigo y sin mí, pero más conmigo, 

    ella murió y la enterré una tarde tibia 
    al norte de Anaheim, 
    lo que más me gustó de ella 
    es que nunca me dijo “vamos a tratar de hacerla” 
    ella era mecanógrafa en una mueblería muy grande 
    del centro 
    tenía las piernas más hermosas que jamás hubiera 
    visto hasta entonces 
    y desde entonces 

    debí haberla amado más de lo que la amé 
    pero no quise. 

    Charles Bukowski nació en Adernach, (1920-1994). Vivió en su infancia y adolescencia en un entorno familiar y social violento, hecho que marcaría el devenir de su posterior producción literaria. Pieza capital de la que se vino en llamar generación beat, su vida fue tan radical como las historias narradas en sus propias obras. Adicto al sexo, las drogas y el alcohol, su literatura, casi autobiográfica, es fiel reflejo de su lucha contra el aburguesamiento y la comodidad. Su realismo descarnado y lírico y su humor ácido y desencantado han influido en multitud de escritores de generaciones posteriores.