Estábamos almorzando
en el Hal’s Diner.
-¿Sabes?-me contó él-, después de hacer el amor
la última vez
se quedó entre mis brazos y lloró. La tía va y me dice:
“¡ay, dios mío, cuánto lo echo de menos!”.
hablaba de ti, Hank.
-eso mismo, Jack, pasa con todas
mis mujeres: mientras estoy con ellas me aborrecen
pero cuando las dejo me
aman.
de todas maneras, nunca tengo la intención de volver con
ellas, ni siquiera
me lo planteo.
-no te importa que me acostara con ella,
¿Verdad, Hank?
-¿te preparó un buen desayuno después,
Jack?
-no me acuerdo.
-bueno, pues te lo voy a decir: no lo hizo.
-¿es por eso que la dejaste,
porque no sabía preparar
un buen desayuno?
-yo nunca desayuno, Jack.
-entonces, ¿qué pasó?
-a menudo, después de hacer el amor, se
ponía a llorar entre mis brazos porque
echaba de menos a algún otro tipo.
-vaya-dijo él-, mecagüen la leche puta.
-no hace falta-dije-, basta con que me pases la sal y
la pimienta.