veo el campeonato de boxeo mejicano
por la tele sentado en la cama
una fresca noche de noviembre.
he tenido un día estupendo en las carreras, he acertado 7
de 9, dos con poquísimas posibilidades.
da igual, ahora veo a los púgiles
emplearse a fondo, demostrando más valentía que
estilo
mientras en la primera fila dos tipos gordos hablan
entre sí,
sin prestar la más mínima atención a los
boxeadores
que pelean por su propia existencia
como seres humanos.
aquí sentado en la cama, estoy triste por
todo el mundo, por la gente que se deja el pellejo
en todas partes, tratando de pagar el alquiler a tiempo,
tratando de conseguir comida suficiente, tratando de dormir
de un tirón.
todo resulta agotador y no cesa hasta que te
mueres.
¡vaya circo, vaya espectáculo, vaya
farsa
desde el Imperio romano hasta la guerra franco-
india, y de allá hasta aquí!
ahora, uno de los chicos mejicanos ha
tumbado al otro.
el gentío grita.
el chaval se levanta a la cuenta de 9.
asiente al árbitro para decirle que está
listo otra vez.
los púgiles se lanzan uno contra otro.
hasta los gordos de la primera fila
muestran interés.
los guantes rojos golpean ferozmente el aire, las
caras y los fibrosos cuerpos
morenos.
entonces
el chico vuelve a caer.
queda boca arriba.
todo ha terminado.
el maldito combate ha terminado.
ahora no se sabe qué será de
ese chico.
por lo que respecta al otro, las cosas le irán bien
una temporadita.
sonríe en sintonía con el
mundo.
apago la tele.
poco después oigo disparos a lo
lejos.
la contienda de la vida continúa.
me levanto, voy a la ventana.
estoy preocupado, me refiero
a la gente y las cosas, a cómo van
las cosas.
luego me encuentro otra vez sentado en la cama, con infinidad
de sentimientos en mi interior que no alcanzo a
entender del todo.
entonces me obligo a dejar de pensar.
hay preguntas que no tienen respuesta.
qué coño, hoy he acertado 7 de 9 en las carreras, eso ya es algo
incluso en medio de un montón de
nada.
lo que hay que hacer es aprovechar la suerte que te venga de cara y fingir
que sabes más de lo que nunca
sabrás.
¿verdad?