ocurrió cuando vivía en DeLongpre
y escribía historias verdes para las revistas de sexo
nunca recibí una nota de rechazo
hasta el día en que recibí
una irritante:
«estimado Chinaski:
está bien escrita pero
insinuar que un tipo feo de su edad
se acostó con cuatro mujeres en un día
es simplemente una fantasía
infantil».
estaba allí mirando por la ventana
el día soleado, la acera, el
césped.
«acércate y dame un besito»,
dijo la dama que estaba en el sofá,
sonó el teléfono.
«¿diga?», contesté.
«escucha, cabrón, sé que
estás con alguien. ¡Soy vidente!»
y colgó.
«¿te gusta el traje que llevo?», me preguntó
la dama que estaba en el sofá.
el teléfono volvió a sonar.
«¿diga?», contesté,
era otra dama:
«quiero que vengas esta noche».
«¿quién eres?», le pregunté.
«soy Vera», dijo ella.
«allí estaré», le respondí y colgué.
«¿crees que estoy cogiendo muchos
kilos?», me preguntó la dama que estaba en el sofá.
«mira, Susie, ya hemos tenido nuestra ración de sexo,
necesito descansar» le dije.
recogió su bolso, abrió la puerta,
dio un portazo y se largó.
tiré mi relato y la nota de rechazo
a la papelera.
un coche rojo se paró en el césped.
una dama salió de él.
llamó a la puerta y le abrí.
«escucha, hijo de puta», me dijo,
«¡he visto salir a esa mujer! ¿quién era esa
mujer?».
«una amiga, nadie importante», respondí.
«¡pues será mejor que no lo sea!», dijo
ella.
«está muy gorda», dije yo.
«venga ya», dijo ella, «vamos al
dormitorio a tumbarnos un ratito».
la seguí y sonó el teléfono.
«¿no vas a contestar?»,
me preguntó.
«no», le respondí, «no será nada importante».
me senté en el borde de la cama y empecé a
quitarme los zapatos.
ella estaba de pie desabrochándose cosas.
«¿cómo va la escritura?», me preguntó.
«a veces se pone cuesta arriba», le contesté.
«¿y eso?», me preguntó.
«los puñeteros editores no saben nada»,
le contesté.
«¿qué quieres decir?», me preguntó.
«quiero decir», le contesté, «que me rechazan cosas por
razones equivocadas».
ella se deslizó bajo las sábanas y yo me senté
allí desnudo.
«¿alguna vez te han rechazado algo por razones
justas?», me preguntó.
«casi nunca», le respondí, deslizándome bajo las
sábanas.
«¿me quieres?», me preguntó.
«me gustaría», le respondí, «que no te pusieras tanto
maquillaje, te hace parecer una puñetera
puta».
«¿no te gustan las putas?», me preguntó.
entonces su cabeza desapareció bajo las sábanas y
ya no pude verla
pero pude distinguir
ese objeto redondo deslizándose
hacia mi centro.
«espera», le dije, «no tienes que hacerlo
si de verdad no quieres…».