¡Ay, terca niña! Le dices que no al viento, a la niebla y al agua: rajas al viento, partes la niebla, hiendes el agua. Te niegas a la luz profundamente: la rechazas, ya teñida de ti: verde, amarilla, - vencida ya - gris, roja, plata.
Si, yo te asesiné estúpidamente. Me molestaba tu zumbido mientras escribía un hermoso, un dulce soneto de amor. Y era un consonante en -úcar, para rimar con azúcar, lo que me faltaba. Mais, qui dira les torts de la rime?
Yo me senté en la orilla; quería preguntarte, preguntarme tu secreto; convencerme de que los ríos resbalan hacia un anhelo y viven; y que cada uno nace y muere distinto (lo mismo que a ti te llaman Carlos).