Dreamland, de Edgar Allan Poe | Poema

    Poema en español
    Dreamland

       I 


    En una senda abandonada y triste 
    que recorren tan sólo ángeles malos, 
    una extraña Deidad la negra Noche 
    ha erigido su trono solitario; 
    allí llegué una vez; crucé atrevido 
    de Thule ignota los contornos vagos 
    y al Reino entré que extiende sus confines 
    fuera del Tiempo y fuera del Espacio. 



       II 


    Valles sin lindes, mares sin riberas, 
    cavernas, bosques densos y titánicos, 
    montañas que a los cielos desafían 
    y hunden la base en insondables lagos, 
    en lagos insondables siempre mudos 
    de misteriosos bordes escarpados, 
    gélidos lagos, cuyas muertas aguas 
    un Cielo copian tétrico y extraño. 



       III 


    Orillas de esos lagos que reflejan 
    siempre un Cielo fatídico y huraño 
    cerca de aquellos bosques gigantescos, 
    enfrente de esos negros océanos, 
    al pie de aquellos montes formidables, 
    de esas cavernas en los hondos antros, 
    vense a veces fantasmas silenciosos 
    que pasan a lo lejos sollozando, 
    fúnebres y dolientes… ¡son aquellos 
    amigos que por siempre nos dejaron, 
    caros amigos para siempre idos, 
    fuera del Tiempo y fuera del Espacio! 



       IV 


    Para el alma nutrida de pesares, 
    para el transido corazón, acaso 
    es el asilo de la paz suprema, 
    del reposo y la calma en Eldorado. 
    Pero el viajero que azorado cruza 
    la región no contempla sin espantos 
    que a los mortales ojos sus misterios 
    perennemente seguirán sellados, 
    así lo quiere la Deidad sombría 
    que tiene allí su imperio incontrastado. 



       V 


    Por esa senda desolada y triste 
    que recorren tan sólo ángeles malos, 
    senda fatal donde la Diosa Noche 
    ha erigido su trono solitario, 
    donde la inexplorada, última Thule 
    esfuma en sombras sus contornos vagos, 
    con el alma abrumada de pesares, 
    transido el corazón, he paseado… 
    ¡He paseado en pos de los que huyeron 
    fuera del Tiempo y fuera del Espacio!

    Dream-Land

    By a route obscure and lonely,  
    Haunted by ill angels only, 
    Where an Eidolon, named NIGHT,  
    On a black throne reigns upright, 
    I have reached these lands but newly  
    From an ultimate dim Thule— 
    From a wild weird clime that lieth, sublime, 
        Out of SPACE—Out of TIME. 

    Bottomless vales and boundless floods,  
    And chasms, and caves, and Titan woods,  
    With forms that no man can discover  
    For the tears that drip all over;  
    Mountains toppling evermore  
    Into seas without a shore;  
    Seas that restlessly aspire,  
    Surging, unto skies of fire;  
    Lakes that endlessly outspread  
    Their lone waters—lone and dead,—  
    Their still waters—still and chilly  
    With the snows of the lolling lily. 

    By the lakes that thus outspread 
    Their lone waters, lone and dead,— 
    Their sad waters, sad and chilly 
    With the snows of the lolling lily,— 
    By the mountains—near the river  
    Murmuring lowly, murmuring ever,—  
    By the grey woods,—by the swamp  
    Where the toad and the newt encamp,—  
    By the dismal tarns and pools 
      Where dwell the Ghouls,—  
    By each spot the most unholy—  
    In each nook most melancholy,—  
    There the traveller meets, aghast,  
    Sheeted Memories of the Past—  
    Shrouded forms that start and sigh  
    As they pass the wanderer by—  
    White-robed forms of friends long given,  
    In agony, to the Earth—and Heaven. 

    For the heart whose woes are legion  
    ’T is a peaceful, soothing region—  
    For the spirit that walks in shadow  
    ’T is—oh, ’t is an Eldorado! 
    But the traveller, travelling through it,  
    May not—dare not openly view it;  
    Never its mysteries are exposed  
    To the weak human eye unclosed;  
    So wills its King, who hath forbid  
    The uplifting of the fring'd lid;  
    And thus the sad Soul that here passes  
    Beholds it but through darkened glasses. 

    By a route obscure and lonely,  
    Haunted by ill angels only, 
    Where an Eidolon, named NIGHT, 
    On a black throne reigns upright,  
    I have wandered home but newly  
    From this ultimate dim Thule.

    Edgar Allan Poe (Boston, 1809- Baltimore, 1849) está considerado como el padre del relato detectivesco moderno y el gran transformador de la narrativa fantástica y de terror, que gracias a sus cuentos pasó de la atmósfera gótica de finales del siglo XVIII a la profundidad psicológica que se le atribuye al género en su edad moderna. Poeta, ensayista, crítico, periodista y narrador superdotado, Poe es conocido universalmente por un conjunto de textos —poemas como El cuervo, su única novela La narración de Arthur Gordon Pym y sus relatos sobrenaturales y de misterio— que supusieron la puerta de entrada de la literatura occidental tanto al simbolismo y el surrealismo como al género pulp. Los dominios de Arnheim es uno de los textos más singulares, a la vez que poco leídos, de este maestro del relato fantástico norteamericano.

    • ¡Ojalá mi joven vida fuese un sueño duradero! 
      Y mi espíritu yaciera hasta que el rayo certero 
      De la eternidad presagiara el nuevo día. 
      ¡Sí! Aunque el largo sueño fuese de agonía 
      Siempre sería mejor que estar despierto 
      Para quien tuvo, desde su nacimiento 

    • Ocurrió una medianoche 
      a mediados de verano; 
      lucían pálidas estrellas 
      tras el potente halo 
      de una luna clara y fría 
      que iluminaba las olas 
      rodeada de planetas, 
      esclavos de su señora. 
      Detuve mi mirada 
      en su sonrisa helada 

    • Fue hace muchos, muchos años, 
      en un reino junto al mar, 
      que vivió una doncella a quien ustedes quizá conozcan 
      por el nombre de Annabel Lee; 
      esta señorita vivía sin ningún otro pensamiento 
      más que amar y ser amada por mí. 

    • Valles de sombra y aguas apagadas 
      y bosques como nubes, 
      que ocultan su contorno 
      en un fluir de lágrimas. 
      Allí crecen y menguan unas enormes lunas, 
      una vez y otra vez, a cada instante, 
      en canto que la noche se desliza, 
      y avanzan siempre, inquietas, 

    • ¡El vaso se hizo trizas! Desapareció su esencia 
      ¡Se fue; se fue! ¡Se fue; se fue! 
      Doblad, doblad campanas, con ecos plañideros, 
      que un alma inmaculada de Estigia en los linderos 
      flotar se ve. 

    • En el Cielo mora un espíritu, 
      cuyas cuerdas del corazón son un laúd; 
      ninguno canta mejor, ni con tal frenesí 
      como el ángel Israfel, 
      y las estrellas vertiginosas, 
      así lo afirma la leyenda, 
      deteniendo sus himnos, 
      escuchan el encantamiento de su voz, 

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