El lago, de Edgar Allan Poe | Poema

    Poema en español
    El lago

    En la primavera de mi juventud era mi destino 
    buscar un lugar del ancho mundo 
    que no pudiera amar menos, 
    tan hermosa era la soledad 
    del apartado lago, rodeado de negras rocas, 
    y altos pinos que se elevaban alrededor. 

    Pero cuando la noche había extendido su manto 
    sobre aquel lugar, como encima de todo, 
    y el místico viento pasaba 
    murmurando una melodía, 
    entonces, oh entonces, me despertaba 
    al terror del solitario lago. 

    Pero el terror no era espanto, 
    sino tembloroso deleite, 
    un sentimiento que ninguna riqueza 
    me podría hacer decir ni sobornar a definir, 
    ni el amor, aunque fuera el tuyo. 

    La muerte estaba en aquella ola venenosa, 
    y en su golfo un ajustado sepulcro 
    para el que desde allí podía traer solaz 
    a su solitaria imaginación, 
    cuya solitaria alma podía hacer 
    un Edén de aquel oscuro lago.

    The lake

    In spring of youth it was my lot 
    To haunt of the wide earth a spot 
    The which I could not love the less -- 
    So lovely was the loneliness 
    Of a wild lake, with black rock bound, 
    And the tall pines that tower'd around. 

    But when the Night had thrown her pall 
    Upon that spot, as upon all, 
    And the mystic wind went by 
    Murmuring in melody -- 
    Then -- ah then I would awake 
    To the terror of the lone lake. 

    Yet that terror was not fright, 
    But a tremulous delight -- 
    A feeling not the jewelled mine 
    Could teach or bribe me to define -- 
    Nor Love -- although the Love were thine. 

    Death was in that poisonous wave, 
    And in its gulf a fitting grave 
    For him who thence could solace bring 
    To his lone imagining -- 
    Whose solitary soul could make 
    An Eden of that dim lake. 

    Edgar Allan Poe (Boston, 1809- Baltimore, 1849) está considerado como el padre del relato detectivesco moderno y el gran transformador de la narrativa fantástica y de terror, que gracias a sus cuentos pasó de la atmósfera gótica de finales del siglo XVIII a la profundidad psicológica que se le atribuye al género en su edad moderna. Poeta, ensayista, crítico, periodista y narrador superdotado, Poe es conocido universalmente por un conjunto de textos —poemas como El cuervo, su única novela La narración de Arthur Gordon Pym y sus relatos sobrenaturales y de misterio— que supusieron la puerta de entrada de la literatura occidental tanto al simbolismo y el surrealismo como al género pulp. Los dominios de Arnheim es uno de los textos más singulares, a la vez que poco leídos, de este maestro del relato fantástico norteamericano.

    • ¡Recibe en la frente este beso! 
      Y, por librarme de un peso 
      antes de partir, confieso 
      que acertaste si creías 
      que han sido un sueño mis días; 
      ¿Pero es acaso menos grave 
      que la esperanza se acabe 
      de noche o a pleno sol, 
      con o sin una visión? 

    • Te vi a punto. 
      Era una noche de julio, 
      noche tibia y perfumada, 
      noche diáfana… 

      De la luna plena límpida, 
      límpida como tu alma, 
      descendían 
      sobre el parque adormecido 
      gráciles velos de plata. 

    • ¿Deseas que te amen? No pierdas, pues, 
      el rumbo de tu corazón. 
      Solo aquello que eres has de ser 
      y aquello que no eres, no. 
      Así, en el mundo, tu modo sutil, 
      tu gracia, tu bellísimo ser, 
      serán objeto de elogio sin fin 
      y el amor… un sencillo deber.

    • Desde el tiempo de mi niñez, no he sido 
      como otros eran, no he visto 
      como otros veían, no pude sacar 
      mis pasiones desde una común primavera. 
      De la misma fuente no he tomado 
      mi pena; no se despertaría 
      mi corazón a la alegría con el mismo tono; 

    • Vivía sólo en un mundo de lamentaciones y 
      mi alma era una onda estancada, hasta que 
      la bella y dulce Eulalia llegó a ser mi pudorosa 
      compañera, hasta que la joven Eulalia, la de 
      los cabellos de oro, llegó a ser mi sonriente 
      compañera. 



       —— 

    • ¡Ojalá mi joven vida fuese un sueño duradero! 
      Y mi espíritu yaciera hasta que el rayo certero 
      De la eternidad presagiara el nuevo día. 
      ¡Sí! Aunque el largo sueño fuese de agonía 
      Siempre sería mejor que estar despierto 
      Para quien tuvo, desde su nacimiento