¿Deseas que te amen? No pierdas, pues, el rumbo de tu corazón. Solo aquello que eres has de ser y aquello que no eres, no. Así, en el mundo, tu modo sutil, tu gracia, tu bellísimo ser, serán objeto de elogio sin fin y el amor… un sencillo deber.
En la primavera de mi juventud era mi destino buscar un lugar del ancho mundo que no pudiera amar menos, tan hermosa era la soledad del apartado lago, rodeado de negras rocas, y altos pinos que se elevaban alrededor.
Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran,
En el más verde de nuestros valles, habitado por ángeles buenos, en otro tiempo un bello y señorial palacio, un palacio radiante, alzaba su cabeza. ¡En los dominios del monarca Pensamiento, allí se levantaba! Jamás un serafín tendió sus alas
Hubo aquí un valle antaño, callado y sonriente, donde nadie habitaba: partiéronse las gentes a la guerra, dejando a los luceros, de ojos dulces, que velaran, de noche, desde azuladas torres, las flores, y en el centro del valle, cada día,
Era la medianoche, en junio, tibia, bruna. Yo estaba bajo un rayo de la mística luna, que de su blanco disco como un encantamiento vertía sobre el valle un vapor soñoliento. Dormitaba en las tumbas el romero fragante,