¡El vaso se hizo trizas! Desapareció su esencia
¡Se fue; se fue! ¡Se fue; se fue!
Doblad, doblad campanas, con ecos plañideros,
que un alma inmaculada de Estigia en los linderos
flotar se ve.
Y tú, Guy de Vere, ¿qué hiciste de tus lágrimas?
¡Ah, déjalas correr!
mira, el angosto féretro encierra a tu Leonora;
oye los cantos fúnebres que entona el fraile; ahora
Ven a su lado, ven.
Antífonas salmodien a la que un noble cetro
fue digna de regir;
un ronco De Profundis a la que yace inerte,
que con morir
indignos, los que amábais en ella solamente
las formas de mujer,
pues su altivez nativa os imponía tanto,
dejasteis que muriera, cuando el fatal quebranto
posó sobre su sien.
¿Quién abre los rituales? ¿Quién va a cantar el Réquiem?
Quiero saberlo, ¿quien?
¿Vosotros miserables de lengua ponzoñosa
y ojos de basilisco? ¡Mataron a la hermosa,
que tan hermosa fue!
¿Peccavimus cantasteis? Cantasteis en mala hora
el Sabbath entonad;
que su solemne acento suba al excelso trono
como un sollozo amargo que no suscite encono
en la que duerme en paz.
Ella, la hermosa, la gentil Leonora,
emprendió el vuelo en su primer aurora;
ella, tu novia, en soledad profunda
¡Huérfano te dejó!
Ella, la gracia misma ora reposa
en rígida quietud; en sus cabellos
hay vida aún; mas en sus ojos bellos
¡No hay vida, no, no, no!
¡Atrás! Mi corazón late de prisa
y en alegre compás. ¡Atrás! No quiero
cantar el De Profundis majadero,
porque es inútil ya.
Tenderé el vuelo y al celeste espacio
me lanzaré en su noble compañía.
¡Voy contigo, alma mía, sí, alma mía¡
y un peán te cantaré!
¡Silencio las campanas! Sus ecos plañideros
acaso lo hagan mal.
No turben con sus voces la beatitud de un alma
que vaga sobre el mundo con misteriosa calma
y en plena libertad.
Respeto para el alma que los terrenos lazos
triunfante desató;
que ahora luminosa flotando en el abismo
ve amigos y contrarios; que del infierno mismo
al cielo se lanzó.
Si el vaso se hizo trizas, su eterna esencia libre
¡Se va, se va!
¡Callad, callad campanas de acentos plañideros,
que su alma inmaculada del cielo en los linderos
tocando está!
Ah, broken is the golden bowl! the spirit flown forever!
Let the bell toll!- a saintly soul floats on the Stygian river;
and, Guy de Vere, hast thou no tear?- weep now or nevermore!
See! On yon drear and rigid bier low lies thy love, Lenore!
Come! Let the burial rite be read- the funeral song be sung!-
an anthem for the queenliest dead that ever died so young-
a dirge for her the doubly dead in that she died so young.
«Wretches! Ye loved her for her wealth and hated her for her pride,
and when she fell in feeble health, ye blessed her- that she died!
How shall the ritual, then, be read?- the requiem how be sung
by you- by yours, the evil eye,- by yours, the slanderous tongue
that did to death the innocence that died, and died so young?»
Peccavimus; but rave not thus! and let a Sabbath song
go up to God so solemnly the dead may feel no wrong.
The sweet Lenore hath «gone before,» with Hope, that flew beside,
leaving thee wild for the dear child that should have been thy
bride.
For her, the fair and debonair, that now so lowly lies,
the life upon her yellow hair but not within her eyes
the life still there, upon her hair- the death upon her eyes.
«Avaunt! avaunt! from fiends below, the indignant ghost is riven-
from Hell unto a high estate far up within the Heaven-
from grief and groan, to a golden throne, beside the King of
heaven!
Let no bell toll, then,- lest her soul, amid its hallowed mirth,
should catch the note as it doth float up from the damned Earth!
And I!- to-night my heart is light!- no dirge will I upraise,
but waft the angel on her flight with a Paean of old days!»