Sueños, de Edgar Allan Poe | Poema

    Poema en español
    Sueños

    ¡Ojalá mi joven vida fuese un sueño duradero! 
    Y mi espíritu yaciera hasta que el rayo certero 
    De la eternidad presagiara el nuevo día. 
    ¡Sí! Aunque el largo sueño fuese de agonía 
    Siempre sería mejor que estar despierto 
    Para quien tuvo, desde su nacimiento 
    En la frágil tierra, el corazón 
    Prisionero del caos de la pasión. 

    Mas si ese sueño persistiera eternamente, 
    Como mis viejos sueños infantiles 
    Solían persistir, si aquello ocurriese, 
    Sería absurdo esperar un milagro. 
    Pues he soñado que el sol resplandecía 
    En la bóveda estival, lleno de luz tardía, 
    Y que mi corazón vagaba 
    Por climas remotos y creados, 
    Junto a seres imaginarios, sólo pensados 
    Por mí, ¿qué más podría haber visto?. 

    Pero una vez, una única vez, y ya no lo olvidaré, 
    Aquel extraordinario momento, un poder o no sé qué, 
    Me hechizó, o quizás fue que el viento helado 
    Sopló de noche y al huir dejó marcado 
    Su rastro en mi espíritu, o quizás fue la Luna 
    Que brilló en mis sueños con particular fortuna, 
    O bien las estrellas, en cualquier caso, 
    El sueño fue como ese viento: dejémosle pasar. 

    Yo he sido feliz, aunque fuera en sueños. 
    Fui feliz, y los adoro: ¡Sueños! 
    Tanto por su colorido intenso 
    Que los oponen a lo real, y porque al ojo delirante 
    Ofrecen los tesoros más bellos y abundantes 
    Del paraíso y el amor, ¡y todos nuestros! 
    Tal como la esperanza pertenece a la juventud. 

    Edgar Allan Poe (Boston, 1809- Baltimore, 1849) está considerado como el padre del relato detectivesco moderno y el gran transformador de la narrativa fantástica y de terror, que gracias a sus cuentos pasó de la atmósfera gótica de finales del siglo XVIII a la profundidad psicológica que se le atribuye al género en su edad moderna. Poeta, ensayista, crítico, periodista y narrador superdotado, Poe es conocido universalmente por un conjunto de textos —poemas como El cuervo, su única novela La narración de Arthur Gordon Pym y sus relatos sobrenaturales y de misterio— que supusieron la puerta de entrada de la literatura occidental tanto al simbolismo y el surrealismo como al género pulp. Los dominios de Arnheim es uno de los textos más singulares, a la vez que poco leídos, de este maestro del relato fantástico norteamericano.

    • ¡Recibe en la frente este beso! 
      Y, por librarme de un peso 
      antes de partir, confieso 
      que acertaste si creías 
      que han sido un sueño mis días; 
      ¿Pero es acaso menos grave 
      que la esperanza se acabe 
      de noche o a pleno sol, 
      con o sin una visión? 

    • Te vi a punto. 
      Era una noche de julio, 
      noche tibia y perfumada, 
      noche diáfana… 

      De la luna plena límpida, 
      límpida como tu alma, 
      descendían 
      sobre el parque adormecido 
      gráciles velos de plata. 

    • ¿Deseas que te amen? No pierdas, pues, 
      el rumbo de tu corazón. 
      Solo aquello que eres has de ser 
      y aquello que no eres, no. 
      Así, en el mundo, tu modo sutil, 
      tu gracia, tu bellísimo ser, 
      serán objeto de elogio sin fin 
      y el amor… un sencillo deber.

    • Desde el tiempo de mi niñez, no he sido 
      como otros eran, no he visto 
      como otros veían, no pude sacar 
      mis pasiones desde una común primavera. 
      De la misma fuente no he tomado 
      mi pena; no se despertaría 
      mi corazón a la alegría con el mismo tono; 

    • Vivía sólo en un mundo de lamentaciones y 
      mi alma era una onda estancada, hasta que 
      la bella y dulce Eulalia llegó a ser mi pudorosa 
      compañera, hasta que la joven Eulalia, la de 
      los cabellos de oro, llegó a ser mi sonriente 
      compañera. 



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    • ¡Ojalá mi joven vida fuese un sueño duradero! 
      Y mi espíritu yaciera hasta que el rayo certero 
      De la eternidad presagiara el nuevo día. 
      ¡Sí! Aunque el largo sueño fuese de agonía 
      Siempre sería mejor que estar despierto 
      Para quien tuvo, desde su nacimiento