Soledad, de Ernestina de Champourcín | Poema

Dibujé una rosa nueva         
en el papel de tu alma.         
¡Cómo temblaste al sentir         
el roce de mis papeles         
sobre la hoja arrugada!         

Es escribir a alguien 
o lanzarse al silencio, 
a nadar en lo oscuro, 
a encender una llama 
aunque ahoguen las dudas. 
¿Carta a lo que no existe? 
Hay buzones alados 
que se disparan solos 
y un correo sin pistas 
ni trayecto seguro. 

Todos van, todos saben... 
sólo yo no sé nada. 

Sólo yo me he quedado 
abstraída y lejana, 

soñando realidades, 
recogiendo distancias. 

Cada pájaro sabe 
qué sombra da su rama, 

cada huella conoce 
el pie que la señala. 

Hay algo -gota a gota- 
que nos llena el vacío 
¡Hondones del deseo! 
¡Qué colmo de esperanzas! 
El oleaje arrastra 
caudales sin objeto 
y hay muchos anaqueles 
que ningún libro ocupa. 
¿A dónde vamos, dime? 
Aún nos quedan paisajes 

El mar me pertenece 
lo hago pasar entero 
entre mis manos ávidas. 
Lo acaricio le doy 
la única mirada 
sencilla que me queda 
la que aún no han manchado 
ni el miedo ni la muerte. 

que sueñas por la noche el color de mis ojos, 
que tus manos en sombra 
dirigen su tanteo hacia mi soledad.