que sueñas por la noche el color de mis ojos, que tus manos en sombra dirigen su tanteo hacia mi soledad.
¡Ignóralo así siempre! Yo agolparé tinieblas en el limpio sendero que hollan las verdades. Plegaré la inconsciencia como una venda inmóvil sobre tu laxitud.
Nunca sabrás que en ti la fuerza se desnuda para erguir hasta el cielo el soplo de mi vida. Que tus labios se mueven al encuentro de un beso modelado en mi boca por tu ardiente obsesión.
Ignóralo, y así desechará mi gesto la rígida cautela que detiene el impulso, e invadiré gozosa la atmósfera profunda que arrebata en su cauce lo más puro de ti.
Es escribir a alguien o lanzarse al silencio, a nadar en lo oscuro, a encender una llama aunque ahoguen las dudas. ¿Carta a lo que no existe? Hay buzones alados que se disparan solos y un correo sin pistas ni trayecto seguro.
Hay algo -gota a gota- que nos llena el vacío ¡Hondones del deseo! ¡Qué colmo de esperanzas! El oleaje arrastra caudales sin objeto y hay muchos anaqueles que ningún libro ocupa. ¿A dónde vamos, dime? Aún nos quedan paisajes
El mar me pertenece lo hago pasar entero entre mis manos ávidas. Lo acaricio le doy la única mirada sencilla que me queda la que aún no han manchado ni el miedo ni la muerte.