La historia de la chica que comía sueños, de Eva Vaz | Poema

    Poema en español
    La historia de la chica que comía sueños

    Yo sólo tenía 
    un cuerpo de 
    once años. 
    Y mi entrenadora 
    me quería niña. 

    Más niña, más. 
    Más alto. 
    Más. 
    Más hueso. 
    Más cerca del cielo. 
    Más. 
    Y yo me fui acercando. 
    Más y más 
    a los infiernos. 
    Y allí ingresé, 
    tan pronto, 
    tan escasa y pequeña. 

    Me arrancó de mis 
    once años. 
    La entrenadora. 
    Me reclutó en aquel gimnasio 
    y allí dejé tres meses 
    de mis once años. 
    Entrenando. 
    Llorando. 
    Entrenando. 
    Soñando. 
    Entrenando. 
    Entrenando. 

    Custodiaba mis raciones. 
    La entrenadora. 
    Abría mi bolsita de alimentos 
    y la expurgaba 
    como una madre 
    despioja a sus crías. 
    Luego la llenaba 
    de triunfos inventados: 
    cada ayuno una medalla. 
    Más ayuno, 
    más alto, 
    más cerca del cielo. 
    Más. 

    Un día registró, 
    la Entrenadora, 
    mi bolsita de sueños, 
    y halló 
    chocolate. 
    Luego me echó 
    con los ojos llenos de fuego. 
    Y me devolvió a 
    la vida, 
    sin sueños 
    ni victorias. 
    Sin entrenadora. 
    Con la bolsita vacía. 
    Y el dolor. 

    Con treinta y seis kilos 
    ingresé en el infierno, 
    famélica y endeble 
    como pajaritos 
    reciénnacidos. 

    Y la bolsita llena de gozo, 
    como un osario. 
    Toda hueso, 
    con once años. 

    No he vuelto a probar 
    el chocolate. 
    Me produce arcadas 
    y un dolor fino 
    que me hiere el pellejo 
    y hasta el mismo 
    alma. 
    Ahora sólo necesito 
    extirpar el recuerdo. 
    Y el chocolate no sirve. 

    El medacepán hace 
    milagros. 

    Ahora, con treinta años, 
    en la bolsita de sueños 
    escondo 
    psicotrópicos.