Esta vieja angustia, de Fernando Pessoa | Poema

    Poema en español
    Esta vieja angustia

    Esta vieja angustia, 
    esta angustia que traigo hace siglos en mí, 
    rebasó la vasija, en lágrimas, en grandes imaginaciones, 
    en sueños al estilo de pesadilla sin terror, 
    en grandes emociones súbitas sin sentido alguno. 
    Rebasó. 
    ¡Mal sé cómo conducirme por la vida 
    con este malestar haciéndome dobleces en el alma! 
    ¡Si al menos enloqueciera de veras! 
    Pero no: es este estar entre, 
    este casi, 
    este poder ser que 
    esto. 
    Un interno en un manicomio es, al menos, alguien, 
    yo soy un interno en un manicomio sin manicomio. 
    Estoy loco en frío, 
    estoy lúcido y loco, 
    estoy ajeno a todo e igual a todos: 
    estoy durmiendo despierto con sueños que son locura 
    porque no son sueños. 
    Estoy así... 
    ¡Pobre vieja casa de mi infancia perdida! 
    ¡Quién te iba a decir que yo me desacogería tanto! 
    ¿Qué es de tu niño? Está loco. 
    ¿Qué es de quien dormía tranquilo bajo tu techo provinciano? 
    Está loco. 
    ¿Qué ha sido de quien fui? Está loco. Hoy es quien yo soy. 
    ¡Si al menos tuviera una religión cualquiera! 
    Por ejemplo, por aquel fetiche 
    que había en casa, allá en aquélla, traído de África. 
    Era feísimo, era grotesco, 
    pero había en él la divinidad de todo en lo que se cree. 
    Si yo pudiera creer en un fetiche cualquiera 
    -Júpiter, Jehová, la Humanidad — 
    cualquiera serviría, 
    ¿pues qué es todo sino lo que pensamos de todo? 
    ¡Estalla, corazón de vidrio pintado!

    • Bajo la dolorosa luz de las lámparas eléctricas de la fábrica 
      tengo fiebre y escribo. 
      Escribo rechinando los dientes, fiera ante la belleza de esto, 
      ante la belleza de esto totalmente desconocida para los antiguos. 

    • Al señor Mário de Sá-Carneiro 
       
      Es antes del opio que mi alma está enferma. 
      Sentir la vida que convalece y se seca 
      y voy en busca del opio que consuela 
      un Oriente al oriente del Oriente. 

    • A Santa Rita Pintor 
       
      Solo, en el muelle desierto, esta mañana de verano, 
      miro hacia el lado de la barra, miro hacia lo Indefinido, 
      miro y me alegra ver, 
      pequeño, negro y claro, un paquebote entrando. 
      Viene muy lejos, nítido, clásico a su manera. 

    • Trazo, solo, en mi cubículo de ingeniero, el plano, 
      firmo el proyecto, aislado aquí, 
      remoto hasta de quien yo soy. 
      Al lado, acompañamiento banalmente siniestro, 
      el tic-tac que estalla de las máquinas de escribir. 
      ¡Qué náusea de vida! 

    • Pasado mañana, sí. Pero sólo pasado mañana... 
      Mañana me pasaré el día pensando en pasado mañana, 
      y así será posible; pero hoy no... 
      No, hoy nada; hoy no puedo. 
      La persistencia confusa de mi subjetividad objetiva, 
      el sueño de mi vida real, intercalado,