Si yo pudiera morder la tierra toda y sentirle el sabor sería más feliz por un momento... Pero no siempre quiero ser feliz es necesario ser de vez en cuando infeliz para poder ser natural... No todo es días de sol y la lluvia cuando falta mucho, se pide. Por eso tomo la infelicidad con la felicidad. Naturalmente como quien no se extraña con que existan montañas y planicies y que haya rocas y hierbas... Lo que es necesario es ser natural y calmado en la felicidad o en la infelicidad. Sentir como quien mira. Pensar como quien anda, y cuando se ha de morir, Recordar que el día muere y que el poniente es bello y es bella la noche que queda. Así es y así sea.
En el tiempo en que festejaban el día de mi cumpleaños, yo era feliz y nadie había muerto. En la casa antigua, incluso mi cumpleaños era una tradición de siglos, y la alegría de todos, y la mía, estaba asegurada con una religión cualquiera.
No sé cuántas almas tengo a cada momento mudo. Continuamente me extraño. Nunca me vi ni encontré. De tanto ser, sólo tengo alma. Quien tiene alma no tiene calma. Quien ve es sólo lo que ve, quien siente no es quien es,
Esta vieja angustia, esta angustia que traigo hace siglos en mí, rebasó la vasija, en lágrimas, en grandes imaginaciones, en sueños al estilo de pesadilla sin terror, en grandes emociones súbitas sin sentido alguno. Rebasó.
Ven Noche antiquísima e idéntica, noche Reina nacida destronada, noche igual por dentro al silencio, Noche con estrellas, lentejuelas rápidas en tu vestido con franjas de infinito.
Un día, en un restaurante, fuera del espacio y del tiempo, me sirvieron el amor como callos fríos. Delicadamente dije al encargado de la cocina que los prefería calientes, que los callos (y eran a la manera de Oporto) nunca se comen fríos.