No sé cuántas almas tengo a cada momento mudo. Continuamente me extraño. Nunca me vi ni encontré. De tanto ser, sólo tengo alma. Quien tiene alma no tiene calma. Quien ve es sólo lo que ve, quien siente no es quien es, atento a lo que soy y veo, me vuelvo ellos y no yo. Cada sueño mío o deseo es de lo que nace y no mío. Soy mi propio paisaje; asisto a mi pasar, diverso, móvil y solo, no sé sentirme donde estoy. Por eso, ajeno, voy leyendo como páginas, mi ser. lo que sigue no previendo, lo que pasó para olvidar. Anoto al margen de lo que leí lo que creí que sentí. Releo y digo: '¿fui yo?' Dios sabe por qué lo escribí.
Desde la ventana más alta de mi casa, con un pañuelo blanco digo adiós a mis versos, que viajan hacia la humanidad. Y no estoy alegre ni triste. Ése es el destino de los versos.
Y así soy, fútil y sensible, capaz de impulsos violentos y absorbentes, malos y buenos, nobles y viles, pero nunca de un sentimiento que subsista, nunca de una emoción que prolongue y entre hasta la sustancia del alma.