¡Sosiégate, corazón! ¡No desesperes! Tal vez un día más allá de los días encuentres lo que quieres porque no lo quieres. Entonces, libre de falsas nostalgias, alcanzarás la perfección de ser.
¡Pero pobre sueño el que solo quiere no tenerlo! ¡Pobre esperanza la de existir tan solo! Como quien se pasa la mano por el cabello y en sí mismo se siente diferente, ¡ah, cuánto mal hace al sueño el concebirlo!
¡Sosiégate, sin embargo, corazón! ¡Duerme! El sosiego no quiere razón ni causa. Sólo quiere la noche plácida y enorme, la grande, universal, solemne pausa antes de que todo se transforme en todo.
En la calle llena de sol vago hay casas detenidas y gente que camina. Una tristeza llena de pavor me cala. Presiento un suceso más allá de las fachadas y de los movimientos.
Desde la ventana más alta de mi casa, con un pañuelo blanco digo adiós a mis versos, que viajan hacia la humanidad. Y no estoy alegre ni triste. Ése es el destino de los versos.
La esencia de la tiranía es la fuerza que nos obliga, y la fuerza que nos obliga, o nos obliga absolutamente o relativamente, es decir, condicionadamente.