En la víspera de no partir nunca por lo menos no hay que hacer las maletas no planes sobre el papel, con involuntario acompañamiento de olvidos, para el partir aún libre del día siguiente.
No hay que hacer nada en la víspera de no partir nunca.
¡Gran sosiego de ya no haya siquiera de qué sosegarse! Gran tranquilidad a quien ni siquiera sabe encogerse de hombros por, pobre tedio, haber pasado el tedio y haber llegado deliberadamente a nada. Gran alegría de que no sea necesario estar alegre, como una oportunidad vuelta del revés.
¡Cuántos meses hace que vivo… la vida vegetativa del pensamiento! Todos los días sine línea…
Sosiego, sí, sosiego… Gran tranquilidad… ¡Qué reposo, después de tantos viajes, físicos y psíquicos! ¡Qué poder mirar las maletas cerradas como para nada! ¡Sestea, alma, sestea! ¡Aprovecha, sestea! ¡Sestea!
¡Te queda poco tiempo! Sestea. ¡Es la víspera de no partir nunca!
En la calle llena de sol vago hay casas detenidas y gente que camina. Una tristeza llena de pavor me cala. Presiento un suceso más allá de las fachadas y de los movimientos.
La esencia de la tiranía es la fuerza que nos obliga, y la fuerza que nos obliga, o nos obliga absolutamente o relativamente, es decir, condicionadamente.