No entiendes lo que dicen, mas te llega, te alcanza, te hiere, te trastorna. ¿O tal vez eres tú y tu terror? Huele mucho, huele por todas partes, es un olor dulzón y pegajoso, pero no sabes a qué huele. ¿O tal vez eres tú y tu viejo espanto? Suena una música que no descifras, que no acabas de oír, pero que invade. ¿O eres tú y tu temor, tu constante recelo? Hay algo que no ves, pero que está, o se ahonda o crece o se dilata. ¿O tal vez eres tú y tu pavor diseminado? Algo te cerca, algo te rodea, no sabes lo que es ni lo que dice, no sabes a qué huele ni entiendes lo que canta. ¿O eres tú y tu miseria, tu consabido pánico? El aire se ha espesado como el tiempo, y la luz es opaca y dirimente, y una urgencia precoz te acosa y lame. ¿O eres tú y tu implacable cobardía?
Todo se ha convertido en extrañeza, es como si tu vida te mirara de esa forma distante y asombrada con que observamos siempre a los ajenos, con ese miedo obtuso hacia los otros. ¿Qué sabes tú de ti, criatura absurda? ¿Qué sabes tú de tus razones? ¿Quién es ésa que escapa mientras vives? ¿Quién es la que sonríe cuando lloras, la que se queda muda mientras hablas? Nadie va a responder por ti, ni siquiera tú misma. La vida te ha alcanzado, ha llegado primero y ha cruzado la meta. Huele, huele mucho y no sabes a qué. Suena, suena por todas partes una música que no acabas de oír. Déjalo, deja que caiga, que se ahonde, déjalo que prospere como el miedo. Al fin y al cabo de algo hay que vivir.
Dijo que no. Y el Tiempo se quedó sin tiempo. Luego, la vida hizo una pausa y todo pareció recomponerse como esos acertijos infantiles en los que sólo falta una palabra, una palabra necesaria y rara.
No entiendes lo que dicen, mas te llega, te alcanza, te hiere, te trastorna. ¿O tal vez eres tú y tu terror? Huele mucho, huele por todas partes, es un olor dulzón y pegajoso, pero no sabes a qué huele.
Un mar, un mar es lo que necesito. Un mar y no otra cosa, no otra cosa. Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre. Un mar, un mar es lo que necesito. No una montaña, un río, un cielo. No. Nada, nada, únicamente un mar. Tampoco quiero flores, manos,
Recuerdo que una vez, cuando era niña, me pareció que el mundo era un desierto. Los pájaros nos habían abandonado para siempre: las estrellas no tenían sentido, y el mar no estaba ya en su sitio,