No, no estoy especialmente orgulloso de tantos juguetes de fábrica, ni del nuevo milagro intelectual como solución a todas las facturas.
No me alegran especialmente los puentes de arriba a abajo, las ciudades a ninguna otra parte, los camiones a manos del transporte inagotable.
No, no creo que queden más cerca, ni siquiera diferentes por educar. La desigualdad no es una idea personalmente interna, es internacional.
No estoy satisfecho del olor de los billetes, ni de la amenaza de masacres nucleares; no estoy de acuerdo con los que más tienen, ni es culpa de los bosques o las minas de hambre.
No, no creo que esté todo hecho a este lado de la vergüenza pacífica. No, nadie puede estar satisfecho de tanta injusticia tan bien repartida.
Era mucho más fácil Lo más fácil era soltarlo todo y echar a volar, sin avisos, sin maletas, sin sombrero, sin alas, sin hambre de carnicero. Era marcharse a cualquier otro lugar inevitablemente dentro de este sitio.
¿Está usted loco? Loco está usted, loco, usted está usted, y yo no le digo nada. Quien diga lo contrario loco miente usted, está usted, usted está y yo soy el loco. Para estar hay que creer. ¿Loco? Espere usted.
Transcurrir en banquete o hambruna, vida requerida, dulce, insatisfactoria, limitada a intermitencias como lo está una cucharilla: liviana, ligera sólo contiene lo que no rebosa, agujero en potencia.
No puedo quitarme, no puedo sacar de mi cabeza la memoria flácida y marmórea carne más allá de esta frontera epidérmica que una viva imagen de muerte ignora.