Para que me escriba un poema 
he soltado el lápiz, 
me han arrastrado los pies hasta mi puerta 
de lo bello: frágil. 
Vida es lo breve, lo otro es leve. 
Apenas copos de clima hermético 
en este piélago acristalado. Este 
trágico. Presuntuoso agitar de nieve. 
¿Qué sujetan estas manos? 
¿Qué guardan, qué sostiene? 
Para que me escriba, 
me he cortado los dedos 
y la lengua, me han mutilado 
los dulces labios y la escasa vista. 
Esto soy, se supone, lo que respira. 
El amor, cierta edad, tan deprisa. 
Volver es llegar tarde, irse 
a ningún sitio es quedarse. 
Para que me escriba, 
me he propuesto escribir sobre ella 
una poesía verdadera. 
Mientras tanto, mientras 
este extraño poema me escriba 
mientras su poesía quiera. 
Casi sin darme cuenta, estoy empezando a rechazar moralmente a aquellos que consideran que el reloj marca las dos. En realidad, nunca son las dos. Los rechazo como seres inconscientes, aduladores de la banalidad y cíclicamente hipócritas, a conveniencia periódica.
Llueve a cántaros. 
La piel es como un cristal. 
Vida en cascada. 
Paisaje y compañía 
dispersos en la memoria. 
El rastro de las caricias sobre 
el vaho de lo inconfesable. 
Los hay que no pueden dejar de fumar, 
los hay alcohólicos y cada siete días, 
los hay adictos a la coca, a la heroína, 
a la próxima forma de evadir o alucinar. 
No preguntes por qué, pero me cuesta, me duele 
cerrar cualquier libro por su verdad final. 
Me exaspera la finitud sabida de cualquier gran historia, 
el veinte por ciento abierto o cerrado de par en par. 
A veces creo que he nacido para mirar al vértigo a los ojos. 
El ángel ya no me mira 
a los ojos a la cara. 
El ángel utiliza cola blanca 
para sus plumas gallináceas para vuelo. 
Ni es 
blanco, negro 
erróneo, eficaz 
propio, ajeno 
mudo, locuaz 
esfuerzo, recreo 
ciego, perspicaz 
pulcro, obsceno 
no es
el amor 
núcleo del ser, 
todo lo demás 
Ya sé lo que me pasa.
Hube de mutilar ciertas rutinas 
(ruinas) 
excavarme el torácico sueño 
(suelto) 
pero ya lo sé y no hay distancia 
que lo niegue. 
Ya sé qué soy. Y tantas otras. 
Somos diferentes.
La memoria está poblada 
a bocajarro. Como aquel 
vietnamita, como aquel 2 de mayo. 
Dos formas de enfrentarse, 
solicitar la certeza del terror: 
“¡No me mates!”, “¡Mátame!”; 
dos formas de despedirse, 
expulsar un ayer definitivo.