Sé que lloraré cuando te vayas, durante meses, un torrente por los ojos.
Si es pronto, la juventud me aplastará como a una mosca veraniega.
Si es paciente, tu abrazo será cada vez más débil, más inmenso.
II
Por los ojos, como un niño de capricho, incapaz de oponerse a la naturaleza armado sólo con una manzana de noche, temblorosa como un patio de invierno.
Llueve en primavera, sol de invierno cae como hojas, horas como despierto sobre un calendario que penetra como las grietas de un beso sin retorno.
III
Infancia como un pasillo largo de sonrisas y limonero, qué alto está ¡y no mengua!, el niño, y alcanza el vértigo.
Y tú, ancla de sueños.
Sé que lloraré cuando te vayas, durante siglos, porque eres sonrisa, regazo, eres mis páginas
Era mucho más fácil Lo más fácil era soltarlo todo y echar a volar, sin avisos, sin maletas, sin sombrero, sin alas, sin hambre de carnicero. Era marcharse a cualquier otro lugar inevitablemente dentro de este sitio.
¿Está usted loco? Loco está usted, loco, usted está usted, y yo no le digo nada. Quien diga lo contrario loco miente usted, está usted, usted está y yo soy el loco. Para estar hay que creer. ¿Loco? Espere usted.
Transcurrir en banquete o hambruna, vida requerida, dulce, insatisfactoria, limitada a intermitencias como lo está una cucharilla: liviana, ligera sólo contiene lo que no rebosa, agujero en potencia.
No puedo quitarme, no puedo sacar de mi cabeza la memoria flácida y marmórea carne más allá de esta frontera epidérmica que una viva imagen de muerte ignora.