Nadie vendrá a salvarnos. 
Ninguna esfinge nos dirá si hemos acertado 
antes de afilar su ingenio. 
Los corruptos no comparten método 
ni criterio con los justos. 
No reparten tampoco el triunfo 
que a los propios es ajeno. 
Al primer cuarto del veintiuno 
España es un atraco de cien años, 
a merced del préstamo usurero 
al amparo del político-esperpento. 
Alternancia de los chupópteros nacionales, 
simultáneo pillaje de regionales y alcaldes; 
los clanes, las tramas, los reales; 
las casas, desahucios, los crespones. 
Nadie vendrá a salvarnos. 
La justicia peca en los pecados mayores; 
dispone apenas de las minutas 
del ladrón a su alcance. 
La mentira normaliza en las portadas 
que la verdad llega siempre tarde. 
Juego de niños: chivato culpable. 
Sentencia austera si el fiscal se atreve 
a dudar de los fundadores 
a manos llenas tras el acorde. 
No vendrá a salvarnos 
ni el rubor de los corderos 
ni el rugir de los militares. 
También podemos subir al monte, 
cultivarnos como quien se hace el valiente, 
a esperar, otra vez, que la historia entierre 
lo que el miedo a tiempo no juzgue. 
Casi sin darme cuenta, estoy empezando a rechazar moralmente a aquellos que consideran que el reloj marca las dos. En realidad, nunca son las dos. Los rechazo como seres inconscientes, aduladores de la banalidad y cíclicamente hipócritas, a conveniencia periódica.
Llueve a cántaros. 
La piel es como un cristal. 
Vida en cascada. 
Paisaje y compañía 
dispersos en la memoria. 
El rastro de las caricias sobre 
el vaho de lo inconfesable. 
Los hay que no pueden dejar de fumar, 
los hay alcohólicos y cada siete días, 
los hay adictos a la coca, a la heroína, 
a la próxima forma de evadir o alucinar. 
No preguntes por qué, pero me cuesta, me duele 
cerrar cualquier libro por su verdad final. 
Me exaspera la finitud sabida de cualquier gran historia, 
el veinte por ciento abierto o cerrado de par en par. 
A veces creo que he nacido para mirar al vértigo a los ojos. 
El ángel ya no me mira 
a los ojos a la cara. 
El ángel utiliza cola blanca 
para sus plumas gallináceas para vuelo. 
Ni es 
blanco, negro 
erróneo, eficaz 
propio, ajeno 
mudo, locuaz 
esfuerzo, recreo 
ciego, perspicaz 
pulcro, obsceno 
no es
el amor 
núcleo del ser, 
todo lo demás 
Ya sé lo que me pasa.
Hube de mutilar ciertas rutinas 
(ruinas) 
excavarme el torácico sueño 
(suelto) 
pero ya lo sé y no hay distancia 
que lo niegue. 
Ya sé qué soy. Y tantas otras. 
Somos diferentes.
La memoria está poblada 
a bocajarro. Como aquel 
vietnamita, como aquel 2 de mayo. 
Dos formas de enfrentarse, 
solicitar la certeza del terror: 
“¡No me mates!”, “¡Mátame!”; 
dos formas de despedirse, 
expulsar un ayer definitivo.