A Enrique Menéndez
Ha cruzado divina y desnuda.
Es la Forma, es la Forma, es la Forma.
El artista, sujeto en la Norma,
la llama en su ayuda.
Cuando pasa sonríe y promete
y saluda cordial y exquisita,
más que breve es su breve visita,
su azar de cohete.
Es celeste como hecha de astros,
perfumada de incógnita esencia.
Es la Amada de la adolescencia,
toda de alabastros.
No se sabe si es sueño o es niebla.
No se sabe si túnica o nube.
Deja un rastro de luz cuando sube,
y el aire despuebla.
Es la imagen del ángel más leve
que Jacob vio en las blancas escalas.
Al trasluz transparenta sus alas
sutiles de nieve.
Sólo muestra su carne de estrella
en la magia de luna en el río.
Es espíritu, es aire, es vacío
sin molde y sin huella.
En la virgen cuartilla se posa.
Sobre el piano despliega su ala.
y si vamos a asirla, resbala
esquiva, medrosa.
La queremos cazar prisionera
y el intento en seguida comprende,
y batiendo las alas, asciende
feliz, a su esfera.
¡Quién pudiera seguirla en su vuelo
Y arrobado en dichoso desmayo,
patinar por el hilo de un rayo
de luna hasta el cielo!