A orillas del mar desierto, Junto al piélago intranquilo, Un joven lleno de dudas Se detiene pensativo, Y así a las ondas inquietas Dice con aire sombrío: -«Explicadme de la vida El arcano no sabido, Enigma que tantas frentes Ardieron por descubrirlo; Cabezas engalanadas Con adornos pontificios, Frentes con mitras hieráticas, Con turbantes damasquinos, Con birretes doctorales, Con pelucas, con postizos Cabellos, y tantas otras Cabezas que el escondido Enigma saber quisieron, Decidme, yo os lo suplico: ¿Qué es el hombre? ¿de dó viene? ¿Adónde va su camino? ¿Qué habita en el alto cielo Tras los astros encendidos -» El mar su canción eterna Murmura triste y dormido; Sopla el viento; huyen las nubes; Los astros en el vacío Fulguran indiferentes Con sus resplandores fríos, Y un demente una respuesta Espera en tanto intranquilo.
En su amor la mariposa Vuela de la fresca rosa Sobre el cáliz perfumado; Un rayo del sol ardiente La baña amorosamente Con su resplandor dorado. Pero ¿a quién ama la rosa? ¿Quién el amor de la hermosa, Quisiera saber, merece?
A orillas del mar desierto, Junto al piélago intranquilo, Un joven lleno de dudas Se detiene pensativo, Y así a las ondas inquietas Dice con aire sombrío: -«Explicadme de la vida El arcano no sabido, Enigma que tantas frentes
Érase un caballero macilento, Trémulo, triste, silencioso y lento, Que vagaba al acaso, con inseguro paso, Siempre en hondos ensueños sumergido, Tan desairado y zurdo y distraído, Que susurraban flores y doncellas Al pasar, vacilante, junto a ellas.
¡Carcajadas y canciones! Los rayos del claro sol Sobre las aguas derraman Su sonriente fulgor: Alegre barca las ondas Mecen con su oscilación; Con mis amigos mejores Sentado en ella voy yo. Choca la barca, deshecha