Yo, lobo estepario, troto y troto, la nieve cubre el mundo, el cuervo aletea desde el abedul, pero nunca una liebre, nunca un ciervo.
¡Amo tanto a los ciervos! ¡Ah, si encontrase alguno! Lo apresaría entre mis dientes y mis patas, eso es lo más hermoso que imagino. Para los afectivos tendría buen corazón, devoraría hasta el fondo de sus tiernos perniles, bebería hasta hartarme de su sangre rojiza, y luego aullaría toda la noche, solitario.
Hasta con una liebre me conformaría. El sabor de su cálida carne es tan dulce de noche. ¿Acaso todo, todo lo que pueda alegrar una pizca la vida está lejos de mí? El pelo de mi cola tiene ya un color gris, apenas puedo ver con cierta claridad, y hace años que murió mi compañera.
Ahora troto y sueño con ciervos, troto y sueño con liebres, oigo soplar el viento en noches invernales, calmo con nieve mi garganta ardiente, llevo al diablo hasta mi pobre alma.
En ocasiones solemos coger la pluma y escribimos sobre una hoja en blanco, signos que dicen esto y aquello: todos los conocen, es un juego que tiene sus reglas. Si viniera, en cambio, algún salvaje o loco, y, curioso observador, acercase sus ojos a
Por la verde ronda de hojas ya se asoma con temor infantil, y apenas mirar osa; siente las ondas de luz que la cobijan, y el azul incomprensible del cielo y del Verano. Luz, viento y mariposas la cortejan; abre, con la primera sonrisa, su ansioso corazón
Para mí, el solitario, sólo para mí brillan las innumerables estrellas de la noche, la fuente de piedra susurra su mágica canción, y sólo para mí, para mí, el solitario, surcan las sombras coloreadas igual que nubes que deambulasen como sueño sobre el paisaje.
En su peregrinación, el maestro y algunos de sus discípulos bajaron de la montaña al llano y se encaminaron hacia las murallas de la gran ciudad. Ante la puerta se había congregado una gran muchedumbre.
Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación.
De noche lentamente andan por el campo las parejas, las mujeres sueltan su pelo, cuenta su dinero el comerciante, los ciudadanos leen con temor las novedades en el diario de la tarde, niños con los pequeños puños cerrados