En un rincón de un patio fresco y ameno, que alegran y perfuman aves y flores, una niña morena, que tiene amores, duerme, puestas las manos sobre su seno.
Sueña, y al grato hechizo de cuanto mira a través de la bruma de lo soñado, se dilata su seno blanco y rosado, y su boca de grana se abre y suspira.
Luz del alma ilumina su rostro hermoso: se encienden sus mejillas, tiembla y sonríe, y más con lo que sueña su amor se engríe, y es cada vez su aliento más anheloso...
Murmura luego su nombre: nadie contesta... Abre sus ojos negros con mudo espanto, y al ver de sus quimeras roto el espanto volviendo al sueño dice: ¡Bendita siesta!
Con sus nieves y aguas mil al invierno el sol destierra; suspira alegre la tierra y ese suspiro es abril. ¡Abril!, el primer albor de la mañana en el cielo; ¡abril!, el primer anhelo; ¡abril!, la primera flor. El primer ímpetu ardiente
En un rincón de un patio fresco y ameno, que alegran y perfuman aves y flores, una niña morena, que tiene amores, duerme, puestas las manos sobre su seno.