Elegía de Marienbad, de Johann Wolfgang von Goethe | Poema

    Poema en español
    Elegía de Marienbad

    ¿Qué me reserva el devenir ahora 
    y este hoy, en flor apenas entreabierta? 
    Edén e infierno mi inquietud explora 
    en la instabilidad del alma incierta. 
    ¡No! Que al cancel de la eternal morada 
    los brazos me transportan de mi amada. 

    Cruél y dulce el ósculo postrero, 
    almas gemelas, al herir, desprende; 
    mi pie vacila ante el umbral severo 
    que un querube flamígero defiende. 
    Mi ojo impasible ante la vía desierta 
    ve las selladas hojas de la puerta. 

    ¿Finó ya el orbe? ¿Sus rocosos muros 
    no se coronan ya de sombra santa? 
    ¡La mies no grana? ¿Prados verdeoscuros 
    ya no cortejan al raudal que canta? 
    ¿Ni ante el mundo prolífero se extiende 
    la comba astral que el devenir defiende? 

    Como para agradarme -cual solía- 
    ella se empina en el umbral, rïente, 
    y me da gota a gota su alegría 
    y se me anuda en ósculo ferviente. 
    Sobre mis labios me grabó su beso, 
    con llamas, añoranza y embeleso. 

    En lo más noble nuestro ser cultiva 
    anhelos de rendirse a lo inefable 
    por honda gratitud que el don no esquiva 
    al Ser puro, a lo Eterno inexpresable. 
    Llemémosle Bondad; yo a su clemencia 
    me acojo y me diluyo en su presencia. 

    «Haz como yo; cotéja el breve instante 
    con tu grácil cordura; no apresures, 
    tómalo a punto, dúctil, insinuante, 
    ya que en la acción o en el amar perdures. 
    Si vistes de candor en el conflicto, 
    serás hombre cabal y un héroe invicto». 

    ¡Vano hablar, pensé yo, si un Dios te ha dado 
    el minuto feliz por compañero! 
    Todo ser, junto a ti, predestinado 
    se siente, no mi sino lastimero. 
    Me espanta tu decir: dejar tu lado 
    es un alto saber que no he logrado. 

    Lejos ya estoy. ¿Qué me dará el instante 
    fugaz? ¡Quién sabe! Mágico tesoro 
    para crear Belleza. Como Atlante, 
    me doblo al peso... y me deshago en lloro. 
    De fuga en fuga, en fútiles andares 
    y, por alivio, lágrimas a mares. 

    ¡Fluyan y rueden sin cesar! La llama 
    jamás se apagará, que me devora; 
    crepita, y por mi pecho se derrama 
    do muerte y vida traban lid ahora. 
    Para el dolor del cuerpo hay plantas buenas, 
    y a mí me ahogan inacción y penas. 

    Ya perdí el Universo y me he perdido 
    a mí mismo -yo, amado de los dioses- 
    su Caja de Pandora me han vertido, 
    rica en gajes u horóscopos atroces. 
    Me tientan con la pródiga cascada 
    de los goces... y me hunden en la nada. 

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