Después vivimos una historia de amor, maría y luna llena frente a la playa de Zarauz que habría matado de envidia a cualquier arábigo-andaluz.
Yo me la llevé a la playa la noche de Aberri Eguna, pero tenía marido y era de Herri Batasuna.
Me porté como quien soy, como un euscaldún legítimo, y para olvidarla pronto le regalé un prendedor con un verso, una icurriña, una pluma y una flor, y un libro de Patri Urkizu forrado en raso pajizo.
Te has decidido, Rufo, a probar suerte en un certamen de provincias donde ejerzo casualmente de jurado, y encuentro razonable que me llames, al cabo de diez años de silencio, preguntando qué pasa con mi cátedra,
Yo, o lo que fuera entonces, navegaba por el plácido mar materno, cuando, un día de agosto, doscientos antes de mi nacimiento, y contando la misma edad que ahora yo tengo,