Mañana, mañana clara:
¡si fuese yo quien te amara!
Paso a paso en tu ribera,
yo seré quien más te quiera.
Hacia toda tu hermosura
mi palabra se apresura.
Henos sobre nuestra senda.
Déjame que yo te entienda.
¡Hermosura delicada
junto al filo de la nada!
Huele a mundo verdadero
la flor azul del romero.
¿De tal lejanía es dueña
la malva sobre la peña?
Vibra sin cesar el grillo
A su Paciencia me humillo.
¡Cuánto gozo a la flor deja
Preciosamente la abeja!
Y se zambulle, se obstina
la abeja. ¡Calor de mina!
El grillo ahora acelera
su canto. ¿Más Primavera?
Se pierde quien se lo pierde.
¡Qué mío el campo tan verde!
Cielo insondable a la vista:
amor es quien te conquista.
¿No merezco tal mañana?
Mi corazón se la gana.
Claridad, potencia suma:
mi alma en ti se consuma.
Jorge Guillén nació en 1893 en Valladolid y creció en el seno de una familia liberal. Cursó el bachillerato en Suiza y la carrera de letras en las universidades de Madrid y Granada. Vivió entre 1917 y 1923 en París, donde conoció a Paul Valéry, quien influyó de manera decisiva en su poesía y en su concepción estética general. Lector en Oxford y catedrático en Murcia y Sevilla, la guerra civil le llevó a un prolongado exilio en Estados Unidos, donde impartió clases en el Wellesley College y en la Universidad de Harvard. Al regresar del exilio, y una vez terminada la dictadura, recibió el Premio Cervantes en 1976 y fue nombrado miembro de honor de la Real Academia Española en 1978. Falleció en Málaga en 1984.