Llueve torrencialmente. ¡Qué ganas de beber! No quiero vino. dame un jugo de fruta. ¡Cómo tiemblan, se tuercen bajo el agua con viento los ramajes!
Es muy temprano. Ven. El sueño matutino es delicioso: apenas ver la luz mientras se duerme, casi se duerme, retrasando el día.
¿No duermes? Bien así. Más te acaricio, más me abandono yo, más te abandonas, muy felices o como si lo fuéramos, ¿y no lo somos ya si lo creemos?
Cuando cese la lluvia, la tierra del jardín olerá a tierra. No habrá mejor fragancia. Y después vendrá el día con sus horas fugaces, nunca sueltas, nunca sin sus raíces, a pasado y futuro encadenadas. ¿Cómo aislar en el aire los momentos?
Amigos. Nadie más. El resto es selva. ¡Humanos, libres, lentamente ociosos! Un amor que no jura ni promete Reunirá a unos hombres en el aire, Con el aire salvándose. Palabras Quieren, sólo palabras y una orilla: Esos recodos verdes frente al verde
Blancos, rosas... Azules casi en veta, dos, mentales. Puntos de luz latente dan señales de una sombra secreta. Pero el color, infiel a la penumbra, se consolida en masa. Yacente en el verano de la casa, una forma se alumbra.
¡Se me mueren! Han vivido con fidelidad: cristianos servidores que se honran y disfrutan ayudando, complaciendo a su señor, un caminante cansado, a punto de preferir la quietud de pies y ánimo. Saben estas suelas. Saben