Una vez llegaste tan pronto que no había flor que no fuese semilla mano que no fuese garra ni amor nocturno que el sol no descubriese en los cines de barrio o en los parques. Otra vez llegaste tan tan tarde que el prólogo ya estaba en el epílogo un pinzón cantaba a medianoche las castañas asadas sabían a sobresalto de muchachitas muertas. A veces llegabas cabalgando una tormenta y te asombrabas de encontrarnos empapados. A veces custodiada por un tigre y te ofendías mortalmente si yo le daba la mano sin quitarme los guantes. a veces llegabas desde detrás del tiempo me tapabas los ojos y yo tenía que adivinar si el beso o la agonía la entrega o cuántos surcos arados en tu cuerpo por estaciones de un año donde ya no había plaza para mí. Hoy te estoy esperando en el momento justo. En el fruto maduro. En la frente del día. En una espuma que equidista de la rosa y del cenit. Amor mío no tardes.
Una vez llegaste tan pronto que no había flor que no fuese semilla mano que no fuese garra ni amor nocturno que el sol no descubriese en los cines de barrio o en los parques. Otra vez llegaste tan tan tarde que el prólogo ya estaba en el epílogo
Por las mañanas, recién despierto, cuando ya una luz pálida de no haber desayunado aventura su inmensa curiosidad en la alcoba y tú eres aún sobre todo ovillo de calor, desnudo imán de sueños, me permito un minuto para adorarte.