En ellos uno escoge casi arbitrariamente un objeto cálido, apetecible, curvilíneo para fantasear sobre él
(a veces ni siquiera es preciso el objeto: impenetrables los caminos de Narciso).
No se habla del otro: se habla de la propia ansia del propio miedo del propio dolor. Autoindulgente campanero de cristal echando la vida al vuelo.
Más adelante se aprende, poco a poco a menudo con crujir de dientes y gustosas angustias y estrujones de corazón, la enorme distancia que separa un cuerpo de otro cómo a veces se salva en un instante cuán radicalmente es cada ser humano un infinito. Se llega a estar ante el otro como ante una patria remota. Dicho sea de paso lo antedicho no solamente ocurre con los poemas de amor.
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He regresado a casa llevándote en los labios asediado en mi gozo por tus dedos de nata
He regresado a casa con tu calma en los brazos atropellándome algo en las lindes del pecho
Herido por la lluvia he regresado a casa he perdido mi sangre y he ganado la tuya
He regresado a casa con acrobacia fácil atónito del largo azar de tu caricia
He regresado a casa con tu cuerpo en los dedos me he cortado los brazos y tu cuerpo persiste afirmando en el tacto su trabazón de dicha Qué dulce riesgo ser ladrón de tu cintura
He regresado a casa en este país cálcico donde en los huesos crecen delgadas llamas negras
He regresado a casa y me he echado en la cama con un alba asesina que me roba los párpados
He regresado a casa sin regresar ausente y hasta el oxígeno dice la magia de tu risa
He regresado a casa desnudo por el aire Es más frágil el pecho que el hálito que alberga He nacido esta noche del collar de tu abrazo.
Una vez llegaste tan pronto que no había flor que no fuese semilla mano que no fuese garra ni amor nocturno que el sol no descubriese en los cines de barrio o en los parques. Otra vez llegaste tan tan tarde que el prólogo ya estaba en el epílogo
Por las mañanas, recién despierto, cuando ya una luz pálida de no haber desayunado aventura su inmensa curiosidad en la alcoba y tú eres aún sobre todo ovillo de calor, desnudo imán de sueños, me permito un minuto para adorarte.