Por las mañanas, recién despierto, cuando ya una luz pálida de no haber desayunado aventura su inmensa curiosidad en la alcoba y tú eres aún sobre todo ovillo de calor, desnudo imán de sueños, me permito un minuto para adorarte.
2
A veces, al despertar a tu lado estoy seguro de que ciertos «buenos días» podrían curar el cáncer, la ceguera y la lepra. Y deseo entonces desesperadamente ser también yo capaz de saludar así a lo recién creado.
3
Entreabre el alba ventanas en la piel.
Yazgo junto a ti. Sé que no conseguiré recordar lo que hemos soñado esta noche. No hay calor comparable al de un cuerpo vivo.
Pero el ojo, el ojo desecándose querría... una niebla carmesí, una lluvia de oro, al menos un avivamiento de la noche... querría poder olvidar los poros de sarcástica nitidez que perforan a todos y cada uno de los seres de este mundo.
El sol arranca de los cuerpos una música sin cobijo. Duermes, pero asediada por la claridad. Yo ya sé que la prueba de este día consistirá en engolfarse en la estremecida vigilia de la realidad.
Una vez llegaste tan pronto que no había flor que no fuese semilla mano que no fuese garra ni amor nocturno que el sol no descubriese en los cines de barrio o en los parques. Otra vez llegaste tan tan tarde que el prólogo ya estaba en el epílogo
Por las mañanas, recién despierto, cuando ya una luz pálida de no haber desayunado aventura su inmensa curiosidad en la alcoba y tú eres aún sobre todo ovillo de calor, desnudo imán de sueños, me permito un minuto para adorarte.