Una noche 
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de älas, 
Una noche 
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas, 
a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda, 
muda y pálida 
como si un presentimiento de amarguras infinitas, 
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara, 
por la senda que atraviesa la llanura florecida 
caminabas, 
y la luna llena 
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca, 
y tu sombra 
fina y lángida 
y mi sombra 
por los rayos de la luna proyectada 
sobre las arenas tristes 
de la senda se juntaban. 
Y eran una 
y eran una 
¡y eran una sola sombra larga! 
¡y eran una sola sombra larga! 
¡y eran una sola sombra larga! 
Esta noche 
solo, el alma 
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte, 
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia, 
por el infinito negro, 
donde nuestra voz no alcanza, 
solo y mudo 
por la senda caminaba, 
y se oían los ladridos de los perros a la luna, 
a la luna pálida 
y el chillido 
de las ranas, 
sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba 
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas, 
¡entre las blancuras níveas 
de las mortüorias sábanas! 
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte, 
Era el frío de la nada… 
Y mi sombra 
por los rayos de la luna proyectada, 
iba sola, 
iba sola 
¡iba sola por la estepa solitaria! 
Y tu sombra esbelta y ágil 
fina y lánguida, 
como en esa noche tibia de la muerta primavera, 
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas, 
se acercó y marchó con ella, 
se acercó y marchó con ella, 
se acercó y marchó con ella… ¡Oh las sombras enlazadas! 
¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!...