Don de Heráclito, de José Emilio Pacheco | Poema

    Poema en español
    Don de Heráclito

    Pero el agua recorre los cristales 
    musgosamente: 
    ignora que se altera 
    lejos del sueño todo lo existente. 

    Y el reposo del fuego es tomar forma 
    con su pleno poder de transformarse. 
    Fuego del aire y soledad del fuego 
    al incendiar el aire que es de fuego 
    Fuego es el mundo que se extingue y prende 
    para durar (fue siempre) eternamente. 

    Las cosas hoy dispersas se reúnen 
    y las que están más próximas se alejan: 
    soy y no soy aquel que te ha esperado 
    en el parque desierto una mañana 
    junto al río irrepetible adonde entraba 
    (y no lo hará jamás, nunca, dos veces) 
    la luz de octubre rota en la espesura. 

    Y fue el olor del mar: una paloma 
    como un arco de sal ardió en el aire. 
    No estabas, no estarás, 
    pero el oleaje 
    de una espuma remota confluía 
    sobre mis actos y sobre mis palabras 
    (únicas nunca ajenas, nunca mías): 
    el mar que es agua pura ante los peces 
    jamás ha de saciar la sed del hombre.