El tremendismo de la realidad,
su incurable tendencia
al melodrama y a lo absurdo.
La realidad es psicópata:
jamás se compadece de sus víctimas.
Hace trampa al jugar con la esperanza.
Todo lo escribe mal con letras chuecas,
llenas de errores de sintaxis.
Ignora el ritmo, el tono, la armonía.
Confunde los papeles asignados.
Olvida lo que dijo en la otra página.
Debería entrar en un taller literario,
aprender cuando menos rudimentos
de verosimilitud, coherencia y orden.
Sin embargo posee en alto grado
una virtud artística suprema:
no se repite nunca,
siempre es nueva,
siempre nos deja con la boca abierta.