Para un esteta, de José Hierro | Poema

    Poema en español
    Para un esteta

    Tú que hueles la flor de la bella palabra 
    acaso no comprendas las mías sin aroma. 
    Tú que buscas el agua transparente 
    no has de beber mis aguas rojas. 

    Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso 
    nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda 
    ni cómo vida y muerte -agua y fuego- hermanadas 
    van socavando nuestra roca. 

    Perfección de la vida que nos talla y dispone 
    para la perfección de la muerte remota. 
    Y lo demás, palabras, palabras, y palabras, 
    ¡ay, palabras maravillosas! 

    Tú que bebes el vino en la copa de plata 
    no sabes el camino de la fuente que brota 
    en la piedra. No sacias tu sed en agua pura 
    con tus dos manos como copa. 

    Lo has olvidado todo porque lo sabes todo. 
    Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras. 
    Y olvidas las raíces ( «Mi Obra», dices ), olvidas 
    que vida y muerte son tu obra. 

    No has venido a la tierra a poner diques y orden 
    en el maravilloso desorden de las cosas. 
    Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas 
    sin alzar vallas a su gloria. 

    Nada te pertenece. todo es afluente, arroyo. 
    Sus aguas en tu cauce temporal desembocan. 
    Y hechosa un solo río os vertéis en el mar 
    «que es el morir», dicen las coplas. 

    No has venido a poner orden, dique. Has venido 
    a hacer moler la muela con tu agua transitoria. 
    Tu fin no está en ti mismo ( «Mi Obra», dices ), olvidas 
    que vida y muerte son tu obra. 

    Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día 
    por la música de otras olas.

    José Hierro nació en Madrid en 1922 y en la misma ciudad murió el 21 de diciembre de 2002, aunque se consideraba santanderino de adopción y fuera titulado como Hijo adoptivo y Poeta de Cantabria. En su obra, tan rica en matices rítmicos como en empaque conceptual, se han fraguado las tendencias más válidas de la poesía española de posguerra. Sus primeros versos aparecieron en distintas publicaciones del frente republicano. Acabada la guerra civil padeció cuatro años de cárcel, y esta experiencia lo marcó para siempre. Hierro ha conseguido los galardones más relevantes de la literatura española: Premio de la Crítica en tres ocasiones, Premio Nacional en dos, el Príncipe de Asturias (1981), el Premio Pablo Iglesias (1986), el Nacional de las Letras Españolas (1990), el Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana (1995) y el Cervantes (1998). También fue elegido académico de la Real Academia Española (1990), cuyo discurso de ingreso sobre Juan Ramón Jiménez no llegó a pronunciar. 

    • El alemán de Bonn identificaba 
      todos los sones de la naturaleza: 
      el del mar, el del río, el del viento y la lluvia, 
      el canto del ruiseñor, el de la oropéndola, el del cuco. 
      Un día, cantó un ave, y él no oía su canto: 
      fue la primera señal de alarma. 

    • Las nubes puestas a secar al sol. 
      Los ciruelos condecorados por la primavera. 
      Abril, de manos húmedas, 
      acaricia la frente de los arces. 
      La lengua púrpura del atardecer 
      lame la curva de las lomas de plomo 
      y las convierte en carne tibia. 

    • Esta casa no es la que era. 
      En esta casa había antes 
      lagartijas, jarras, erizos, 
      pintores, nubes, madreselvas, 
      olas plegadas, amapolas, 
      humo de hogueras... 
      Esta casa 
      no es la que era. Fue una caja 
      de guitarra. Nunca se habló 

    • Tal vez porque cantamos embriagados la vida 
      crees que fue con nosotros lo que tú llamas buena. 
      Puedes aproximarte, puedes tocar la herida 
      de amargura y de sangre hasta los bordes llena. 

    • Sé que el invierno está aquí, 
      detrás de esa puerta. Sé 
      que si ahora saliese fuera 
      lo hallaría todo muerto, 
      luchando por renacer. 
      Sé que si busco una rama 
      no la encontraré. 
      Sé que si busco una mano 
      que me salve del olvido 

    • En esta encrucijada, 
      flagelada por vientos de dos ríos 
      que despeinan la calle y la avenida, 
      pisoteada su negrura por gaviotas de luz, 
      descienden las palabras a mi mano, 
      picotean los granos de rocío, 
      buscan entre mis dedos las migajas de lágrimas.