Bajo los puros muertos, a veces, brotan flores, blancas y dolorosas, que levemente gimen, porque crecer es duro, porque crecer es triste, cuando un cuerpo sin vida en las espaldas pesa.
Entonces, –escuchad– un pájaro detiene el vuelo de sus alas y se apaga, se apaga, mientras el hombre muerto, sin saberlo, transcurre arriba, más arriba, sobre la tierra, solo.
Si en un mundo vacío crecieron estas flores, qué vivamente irían al aire, a la alegría, pero esta muerte mata su breve primavera, como un gusano dulce, pisado y amarillo.
¿Y qué? Todo es lo mismo: crecer o derrumbarse, tener sobre la carne una nube o la muerte, doblarse ciegamente, doblarse como un río, con estas blancas flores, leves y detenidas.
Bajo los puros muertos, a veces, brotan flores, blancas y dolorosas, que levemente gimen, porque crecer es duro, porque crecer es triste, cuando un cuerpo sin vida en las espaldas pesa.
Silencio sobre el mundo. Va espesando sus alas la grave mansedumbre del corazón que escucha. Pesa sobre los muertos, como un cielo caído, todo el latir del tiempo sobre la tierra única.