Vienen de la tristeza oscura de los látigos que en una noche negra azotaron la selva y dejaron sin sangre para siempre a la luna. Viene de aquella sangre, vienen de aquella selva, vienen de la lujuria de una médula tierna que al llegar a los hombres dulcemente se evade.
El fondo de sus ojos tiene pájaros muertos y en las garras dormidas peces acribillados.
Bajo los puros muertos, a veces, brotan flores, blancas y dolorosas, que levemente gimen, porque crecer es duro, porque crecer es triste, cuando un cuerpo sin vida en las espaldas pesa.
Silencio sobre el mundo. Va espesando sus alas la grave mansedumbre del corazón que escucha. Pesa sobre los muertos, como un cielo caído, todo el latir del tiempo sobre la tierra única.