Hay una raza vil de hombres tenaces de sí propios inflados, y hechos todos, todos del pelo al pie, de garra y diente; y hay otros, como flor, que al viento exhalan en el amor del hombre su perfume. Como en el bosque hay tórtolas y fieras
Aquí estoy, solo estoy, despedazado. Ruge el cielo: las nubes se aglomeran, y aprietan, y ennegrecen, y desgajan: los vapores del mar la roca ciñen: sacra angustia y horror mis ojos comen: a qué, Naturaleza embravecida, a qué la estéril soledad en torno
Cese, señora, el duelo en vuestro canto, ¿Qué fuera nuestra vida sin enojos? ¡Vivir es padecer! ¡sufrir es santo! ¿Cómo fueran tan bellos vuestros ojos si alguna vez no los mojara el llanto? romped las cuerdas del amargo duelo.