La copa envenenada, de José Martí | Poema

    Poema en español
    La copa envenenada

    ¡Desque toqué, señora, vuestra mano 
    blanca y desnuda en la brillante fiesta, 
    en el fiel corazón intento en vano 
    los ecos apagar de aquella orquesta! 

    Del vals asolador la nota impura 
    que en sus brazos de llama suspendidos 
    rauda os llevaba –al corazón sin cura, 
    repítenla amorosos mis oídos. 

    Y cuanto acorde vago y murmurio 
    ofrece al alma audaz la tierra bella, 
    fíngelos el espíritu sombrío– 
    tenue cambiante de la nota aquella. 

    ¡Óigola sin cesar! Al brillo, ciego, 
    en mi torno la miro vagorosa 
    mover con lento son alas de fuego 
    y mi frente a ceñir tenderse ansiosa. 

    ¡Oh! mi trémula mano bien sabría 
    al aire hurtar la alada nota hirviente 
    y, con arte de dulce hechicería, 
    colgando adelfas a la copa ardiente, 

    En mis sedientos brazos desmayada 
    daros, señora, matador perfume: 
    mas yo apuro la copa envenenada 
    y en mí acaba el amor que me consume. 

    • Odio la máscara y vicio 
      Del corredor de mi hotel: 
      Me vuelvo al manso bullicio 
      De mi monte de laurel. 

      Con los pobres de la tierra 
      Quiero yo mi suerte echar: 
      El arroyo de la sierra 
      Me complace más que el mar. 

    • Hay una raza vil de hombres tenaces 
      de sí propios inflados, y hechos todos, 
      todos del pelo al pie, de garra y diente; 
      y hay otros, como flor, que al viento exhalan 
      en el amor del hombre su perfume. 
      Como en el bosque hay tórtolas y fieras 

    • Aquí estoy, solo estoy, despedazado. 
      Ruge el cielo: las nubes se aglomeran, 
      y aprietan, y ennegrecen, y desgajan: 
      los vapores del mar la roca ciñen: 
      sacra angustia y horror mis ojos comen: 
      a qué, Naturaleza embravecida, 
      a qué la estéril soledad en torno 

    banner cuadrado de Audible
    banner horizontal de Audible