Mis dulces animales, de Juan Luis Panero | Poema

    Poema en español
    Mis dulces animales

    ¿Qué puedo hacer? Si en esta hora 
    más triste de la tarde llegan y todas reunidas 
    corren y saltan a mi alrededor 
    y sus torpes hocicos restregándome 
    aturden mis oídos con banales quejas. 
    ¿Qué puedo hacer? Yo que tanto las he amado, 
    que cambié sus repetidos y vulgares nombres 
    por otros ilustres entre la fauna y el corral. 
    Ahora que el caballo viene apresurando el trote 
    y me muestra su negociable virginidad perdida 
    y sonríe la rata en su agujero 
    masticando feliz sus convicciones, 
    ahora que el puercoespín canta el olvido 
    y la serpiente amarillenta exprime avariciosa su placer. 
    ¿Qué puedo hacer? Si chillan la cigüeña y la gaviota 
    resbalando la esperma por sus muslos 
    y el astuto cerdito más que nunca gruñe fantasías e incumplidas promesas. 
    Tanto amor como puse, tanta desatada ternura 
    y cálida pupila sobre piernas o pechos 
    ¿qué se hicieron?-, si sólo con protestas, improperios feroces, 
    traiciones tan baratas y usadas que nunca imaginara 
    pagan mis interminables, dolorosos desvelos. 
    Y vedlas avanzar, enlazadas sus pezuñas o rabos, 
    horda cruel sobre la hierba húmeda 
    y luego ya calmadas, contempladlas, 
    desafiantes labios, oscuras cavernas 
    donde caí mil veces y volveré a caer, 
    aunque el buitre, bendecido por sagrarios y misas, 
    escarbe mi carroña y se alimente de ella 
    recompensando así su vaginal y temblorosa paz. 
    ¿Qué puedo hacer? Mientras altiva, 
    el largo cuello de poderío y perlas adornado, 
    la jirafa me mira y desaprueba con elegante gesto mi conducta, 
    lo mismo que la lechuza dogmática y prochina. 
    ¿Qué puedo hacer? Si todo este aquelarre, ansioso de venganza o justicia, 
    irrumpe en el ocio merecido de un domingo, 
    y nada quiero reprocharles, aunque algo podría. 
    ¡Oh mis dulces animales!, si os he amado tanto 
    que ahora cuando os veo, en galope polvoriento y frenético partir, 
    os daría hasta aquello que no os pertenece, 
    lo poco que bajo astillada memoria 
    y estremecidos signos de placer, os he ocultado. 
    Sí, os entregaría mi corazón más puro, 
    aun sabiendo que no es buen alimento para vosotros 
    y que poco provecho sacaríais de él. 
    ¡Oh mis dulces animales picoteantes sin descanso, 
    como el tordo o el grajo, en la parra más dulce! 
    ¡Oh siempre interesadas bestias bellas, 
    en la fruta que alegra el árbol en verano!