En el balcón, un instante nos quedamos los dos solos. Desde la dulce mañana de aquel día, éramos novios. —El paisaje soñoliento dormía sus vagos tonos, bajo el cielo gris y rosa del crepúsculo de otoño.— Le dije que iba a besarla; bajó, serena, los ojos y me ofreció sus mejillas, como quien pierde un tesoro. —Caían las hojas muertas, en el jardín silencioso, y en el aire erraba aún un perfume de heliotropos.—
No se atrevía a mirarme; le dije que éramos novios, ...y las lágrimas rodaron de sus ojos melancólicos.
La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» Sol y rosas. La arboleda movida y fresca, dardea limpias luces verdes. Gresca de pájaros, brisas nuevas. La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» Un cielo de ensueño y seda,