Entre las hojas de laurel, marchitas,
de la corona vieja,
que en lo alto de mi lecho suspendida,
un triunfo no alcanzado me recuerda,
una araña ha formado
su lóbrega vivienda
con hilos tembladores
más blancos que la seda,
A veces melancólico me hundo
en mi noche de escombros y miserias,
y caigo en un silencio tan profundo
que escucho hasta el latir de mis arterias.
Más aún: oigo el paso de la vida
por la sorda caverna de mi cráneo
como un rumor de arroyo sin salida,
como un rumor de río subterráneo.
Entonces presa de pavor y yerto
como un cadáver, mudo y pensativo,
en mi abstracción a descifrar no acierto
Si es que dormido estoy o estoy despierto,
si un muerto soy que sueña que está vivo
o un vivo soy que sueña que está muerto.