Les confiamos las llaves que abrieron puertas al pueblo y las llevan en los bolsillos, dejando el peso esclavo de la historia en la nueva oscuridad que tanteamos.
No dejan que el árbol crezca, manipulan la palabra, la doman y hacen de ella un sumiso lupanar.
Claudicaron y nos cierran las puertas, en un redil inmenso nos convencen y trazan con argucias argumentos que nos hacen comer entre su pan.
Pero las llaves son nuestras todavía, las llaves son la herencia que reúne la batalla de tres siglos sin cerrar.
Y hoy las nubes amansan el cielo con una lluvia de frescura, y las horas sufren de libertad en Sol.
Y miran para otro lado o no saben dónde mirar. Aturdidos, ante el grito silencioso e indignado, están perdidos porque así se cambia el mundo que estaba tan dormido, tan hundido entre basura, tan ausente en la mentira.
Queremos decir y decimos, queremos estar y estamos, queremos sujetar las alas democráticas con nuestro vuelo. Las estamos limpiando de alquitrán. Nos la están matando y la queremos viva, nos la están callando y la queremos presente, nuestra y capaz.
Tenemos las armas en el corazón, la razón en la cabeza y, entre las manos, el futuro y la libertad.
Ha perforado un clavo la idea que brota. Sencillo,
Enlace a la imagen el pensamiento me adelanta en la curva más cerrada hacia la felicidad. En el freno encuentra mi pisada apoyo, la meta definitiva del tiento.
Les confiamos las llaves que abrieron puertas al pueblo y las llevan en los bolsillos, dejando el peso esclavo de la historia en la nueva oscuridad que tanteamos.
Nos quieren muertos y con ese odio han vaciado los estanques y han dentado al hambre en el inmenso territorio del desierto. Pero hay humedad en nuestros ojos y el cilantro acicala nuestras manos contra la meseta del olvido.