Luna, son las doce.
Con feliz auspicio,
deja que te goce
mi encanto novicio.
En mi astral vigilia
que tu amor se digne.
Darme la honra insigne
de hablarte en familia.
Permite que inciense
tu faz de magnesia,
mi amor ateniense
postrado en tu iglesia.
Mi fiel sacerdocio,
por tu azul parroquia,
rima y soliloquia
los versos del ocio;
que al pálido tedio
de tu luz inútil,
dan por intermedio
su música fútil.
Cuando en mi ventana
la honda madreselva
el rostro te envuelva
como a una sultana;
y tu prez excelsa
me entregues por premio,
cual lánguida Elsa
de mi amor bohemio;
captaré la clave
de tu eterna magia
que el amor presagia
con beleño suave.
Con ojeras lilas
tu hondo sortilegio
turba a las pupilas
del casto colegio.
La precoz alumna
que el amor desvela,
tu disco recela
tras de una columna.
Sé buena y otorga
tu gracia a su empeño.
Como astral pandorga
remonta su ensueño.
Que asaz te recuerde
sobre el clavicordio,
en lírico exordio
con su pisaverde.
Que haciendo a tu imagen
religiosa venia,
sus manos se cuajen
en luna y gardenia.
Y cuando sucumba
su virtud indemne,
la noche solemne
cávale por tumba.
Plenitud oblonga
de deidad adulta,
tu esplendor prolonga
con virtud oculta.
Cuando ancha y sanguínea
surges del abismo.
Trama un cataclismo
tu mágica línea.
El funesto buho
desde su ramaje
con lúgubre dúo
divulga tu ultraje.
La temprana alondra,
con pueril festejo,
en tu claro espejo
vibra y se atolondra;
Y en el lago, donde
la cigüeña ayuna,
el cisne es Vizconde
de la Blanca Luna.
Tu presencia obtiene.
deslumbrante y sola.
Como una gran bola
la risa del nene.
Vuelve el arte eximia
su vasta liturgia
con la noble alquimia
de tu metalurgia.
Y al mísero burgo
con su oca y su cabra,
en jaspe lo labra
tu oro taumaturgo.
Tu misericordia
seráfica, absorbe
en igual concordia
los pueblos del orbe.
Su cuño no cambia
tu libra esterlina,
ya sea en la China
o en la Senegambia.
Cuando en tai alta empresa
mi orgullo se esponje,
yo seré tu monje
si tú mi abadesa.
Por eso ante el vulgo
que te hace ludibrio
tu valor promulgo
con justo equilibrio.
Con versos sonoros
deja, pues, que adorne,
tu cuarto bicorne.
Tu cabal as de oros.
Luna, ya es la una,
sopla tu candil.
Escuálida luna,
mi luna de abril.