Te lo he dicho con el viento, jugueteando como animalillo en la arena o iracundo como órgano impetuoso;
Te lo he dicho con el sol, que dora desnudos cuerpos juveniles y sonríe en todas las cosas inocentes;
Te lo he dicho con las nubes, frentes melancólicas que sostienen el cielo, tristezas fugitivas;
Te lo he dicho con las plantas, leves criaturas transparentes que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el agua, vida luminosa que vela un fondo de sombra; te lo he dicho con el miedo, te lo he dicho con la alegría, con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta: más allá de la vida, quiero decírtelo con la muerte; más allá del amor, quiero decírtelo con el olvido.
No me queréis, lo sé, y que os molesta cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende. ¿Culpa mía tal vez o es de vosotros? Porque no es la persona y su leyenda lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve. Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado
Así como en la roca nunca vemos la clara flor abrirse, entre un pueblo hosco y duro no brilla hermosamente el fresco y alto ornato de la vida. Por esto te mataron, porque eras verdor en nuestra tierra árida y azul en nuestro oscuro aire.
Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos, como nace un deseo sobre torres de espanto, amenazadores barrotes, hiel descolorida, noche petrificada a fuerza de puños, ante todos, incluso el más rebelde, apto solamente en la vida sin muros.
Donde habite el olvido, en los vastos jardines sin aurora; donde yo sólo sea memoria de una piedra sepultada entre ortigas sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.